domingo, 16 de abril de 2023

Bailar

 


Rita y Babo

 Había una vez y más de una vez una rana llamada Rita, esta era profesora de historia en la escuela de un gran pantano. Rita era muy inteligente y apasionada por su materia, pero se sentía un poco sola en la piedra que enseñaba. Todos los demás que educaban eran aves refinadas y a menudo se encontraba rodeada de estudiantes que sus viejas historias rechazaban.  

Un día mientras comía moscas veganas oyó una voz que por detrás se presentaba, salto para voltearse cuando ahí vio a un pato con una paleta de color y una pluma con pintura anaranjada.

"¡Hola!" dijo el pato, "Soy Babo, el profesor de artes en el pantano... Soy nuevo aquí y pensé que podría presentarme."

Rita estaba encantada de tener un nuevo amigo en la escuela. Babo y ella descubrieron rápidamente que tenían mucho en común. Los dos compartían una pasión por enseñar, les gustaban monos mirar y estaban siempre buscando maneras de crear.

Babo y Rita comenzaron a tener largas conversaciones durante sus horas libres, hablando sobre sus intereses y compartiendo ideas sobre cómo podían colaborar para así poder educar. Rita comenzó a dibujar más y Babo leyó mas de ciencia social, para así sus clases mejorar.

A medida que pasaba el tiempo, Rita y Babo se convirtieron en los mejores amigos que habían enseñado y los estudiantes esto notaron... Charlando y riendo mientras tomaban un descanso todos los alumnos llegaron y con pasteles celebraron que las clases su diversión incrementaron.  

Curiosa Universidad

Cuando los profes tienen paro,

Los alumnos tienen paro.

Cuando los alumnos tienen paro,

Se ven desamparados.

Cuando el desamparo para el paro nos para cuesta seguir parado.

Los colores diarios

 La pena es roja como la punta de un cigarro que encendido quema las mantas. 

 La ansiedad es naranja, como un atardecer que se despide de un día sin saber si llegará al siguiente.

 El deseo es amarillo, como la luz del sol que interviene el horizonte y despierta forzosamente al mundo.

 La felicidad es verde, como la naturaleza que envuelve y revive a quien tiene el alma inerte.

 La paz es azul, como el mar profundo que acoge y mese a los botes del muelle.

Ñoquis

Como los ñoquis en el plato, nuestro amor es redondo y tierno, ha sido cocido a fuego lento, como un cariño certero. tiene un sabor suave y delicado, como la mozzarella, y está impregnado de la pasión que veo en tus ojos cuando se despiertan.

Amor, amor, amor... Nuestro amor es como un plato de ñoquis recién preparado, tierno y suave como tus labios un poco secos, es un amor que se siente en cada bocado, que se saborea lentamente y que deja a los sentidos exaltados

Como los ñoquis que esperan ser cubiertos de salsa, nuestro amor está listo para ser adornado: respeto y pesto, confianza salteada con ajo, comprensión y fuego lento, una receta que nutre día a día, que se aprende con el tiempo y al ser probada para los pelos.

Amor, amor, amor... Nuestro amor es como un plato de ñoquis.

Micro

Mi primer día de liceana empezó mal, no dormí en toda la noche por los nervios y, además, mi pie decidió atraparse en la puerta, yo era una pequeña tímida y vergonzosa, por lo que ante al timbre en mal estado no fui capaz de expresar nada. Disimulé el suplicio hasta mitad de camino, cuando una señora de buena voluntad me miró y con un tono cómplice, el cual solo se emplea ante una situación sumamente vergonzosa o un comentario exageradamente indecoroso, me preguntó: "¿tu pie está atorado?" Y ante la afirmativa de mi respuesta gritó demandante al conductor que abra la puerta, todo esto sin acusar o resaltar mi pequeño accidente, aunque no pudo evitar sonreírse. 

Hoy me levanté en mi tercer año de universidad, motivada a pesar de no haber dormido nada en toda la noche, tomé la micro temprano, por lo que pude alcanzar un asiento al fondo, siendo este el mejor lugar porque la gente mayor no suele llegar hasta atrás, probablemente, porque avanzar hasta ese punto significaría su muerte inminente a manos de los bruscos movimientos del conductor o un destino aún peor, tener que cruzar palabras con un adolescente, esto hace menos posible el tener que cederles el lugar. 

Como no es de extrañar, la micro se llenó de camino a Rahue y en el paradero de La Pool un liceano se subió, probablemente de primero por como brillaba su uniforme y los nervios que vomitaba su pelo demasiado arreglado. Una señora alertó que abran la puerta a través de múltiples estocadas al timbre, transformando su dedo así en un poderoso sable justiciero, pero el micrero hizo oídos sordos ante tal petición, pues ya se le habían colado varios pasajeros por esta puerta, yo curiosa miré y noté que este alumno se le atoró la mochila y la pierna en la puerta, a lo que a todo pulmón y suplicante grité que abra, todo sin poder evitar expresar una pequeña sonrisa nostálgica y de comprensión pura.

¿Cuántas veces más en la vida podemos comprender a tal magnitud lo que siente el otro? Tarea para la casa.

Nos tomamos de la punta

 El lápiz quebrado en la mano fracturada como la mente, la ansiedad y la paranoia asedian y el lápiz ya no defiende lo que las palabras aborrecen, las líneas torcidas y los bordes rotos reflejan la incertidumbre de un alma sin confiar en los propios pensamientos y en pedazos guarda la mano una goma vieja y gastada.

El sonido de la punta quebrada hace eco de los pensamientos frenéticos, sombras que acechan como las astillas que apuñalan.

Se quiere escribir la calma, pero la ansiedad borra las marcas, el lápiz quebrado es un recordatorio de que no todas las palabras marcan.

Aún así... Aun así sostén el lápiz en la mano a pesar de los bosquejos que acosan y las palabras que siempre están rotas.

Orquecidio

Cuando era pequeña los gritos de los vecinos y el llanto de los niños eran la música constante en mi población, para ahogar esos sonidos angustiantes subía el volumen de la radio o de los discos que compraba en la feria, pero con el tiempo me fui haciendo insensible ante el estruendo sonoro que nos rodeaba y aunque no me enorgullece admitirlo, mi casa era el contrabajo de aquellos cantos.

Las paredes de mi casa parecían ser permeables a los sonidos del exterior, y no había manera de de expulsar los ruidos, en ocasiones, los gritos de los vecinos eran tan fuertes que mis paredes se aturdían. 

Fue entonces cuando empecé a cerrar las ventanas y a poner cortinas más gruesas, tratando de aislarme del mundo exterior, pero aún así, el ruido no se detenía, incluso a veces mis propios pensamientos se mezclaban con los gritos, convirtiéndose en un coro discordante.

Ahora, años después aún puedo oír los gritos de los vecinos, aunque ya no vivo en ese lugar aun siento esos sonidos, pero he aprendido a lidiar con ello y encontrar mis propias notas en la tonalidad de lo que digo.

Ocurrió en una pieza cualquiera

La televisión vieja parpadea y muestra imágenes distorsionadas, siendo el reflejo del pasado que ya no queda y mientras que en la esquina de la habitación mi gato naranjo se acurruca observando con detenimiento los maceteros que adornan el frío cemento. Son plantas verdes y frondosas, que en su crecimiento no cesan, llenando de algo el espacio abandonado y contrastando con la imagen inmóvil del tiempo lejano.


La televisión sigue encendida por un buen rato, el gato se duerme plácidamente y las plantas en sus maceteros se acomodan cómodamente, y mientras todo parece detenido, un mundo de sueños coloridos se despliega por la habitación. La televisión vieja ya no importa, el gato y las plantas son testigos de un universo que se crea en la mente de quien ya solo se entrega.

Levantarse

Cada día en mi cama desolada, despierto solo para cerrar mis ojos, me acomodo sin estar cómoda, y mi mente se ahoga en las sabanas. No me le...